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Buena Vista Social Club regresa con sus sones a NYC

The Atlantic Theater Company de Nueva York presenta un homenaje musical a los genios del Buena Vista Social Club.
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Si bien el documental de Wim Wenders titulado también Buena Vista Social Club se estrenó en 1999, el disco con las grabaciones originales de estos maestros de la música cubana retumbó en el universo musical desde su lanzamiento unos años antes en 1997.

 

Y ahora, por cortesía de la Atlantic Theater Company, los escenarios neoyorquinos vuelven a vibrar con las maravillosas notas de estos sones y ritmos cubanos para contar una reinventada historia del Buena Vista Social Club (BVSC). Esta versión cuenta con un guion de Marco Ramírez, coreografía de Patricia Delgado y Justin Peck, dirección de Saheem Ali y asesoría creativa de David Yazbek, responsible de exitosos musicales de Broadway como Full Monty, Mujeres al borde de un ataque de nervios, La visita de la banda y, más recientemente, Tootsie.

Este nuevo montaje mezcla la ficción de los personajes y los enmarca en los hechos históricos en Cuba. De este modo, el discurso teatral empieza cuando -a mediados de los 90- un joven productor convoca a la gran estrella de la canción, Omara Portuondo, a participar en una grabación que revisitará los clásicos musicales de las décadas de los 40 y 50. Y a partir de aquí, la escena oscilará entre juegos temporales que permitirán que existan las dos versiones de sus protagonistas: aquellos jóvenes llenos de ilusión de la Cuba de Batista y los envejecientes que solo sobreviven de sus recuerdos.

Además de Omara y Haydé Portuondo (grandes figuras del Tropicana pre-revolucionario) el público de BVSC conocerá a Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Rubén González, Elíades Ocha y otros más. Y al ritmo de Dos gardenias o Lágrimas negras, entenderá a los protagonistas, sus miedos y motivaciones e incluso sus odios y convicciones. En una escena clave de la obra, Omara debe decidir si escapa de la isla con su familia en pos de un mejor futuro. Y en otro desgarrador momento, Ibrahim explica que lo contrataban como corista en el Tropicana pero tenía que cantar desde el sótano debido al color de su piel.

Buena Vista Social Club transcurre dentro de una caduca estética escenográfica bien lograda, representa fielmente la decadencia del pasado como el deterioro del presente. Genial es el uso del espacio y la luz para plantearse diferentes ambientes que igual transportan al malecón de La Habana que al estudio de grabación Egrem. Otra pieza clave a favor del montaje es la atinada coreografía, aunque a gusto de algunos podría decirse que sacrifican autenticidad por espectacularidad.

Pero bueno, las miras de este tipo de producciones es siempre adquirir el mayor prestigio para que se puedan transferir al circuito mayor del Distrito Teatral. Y es que esta versión de Buena Vista Social Club cuenta con todos los elementos que le podrían facilitar su estreno en Broadway: elenco internacional, bailarines experimentados, música de primera, un exótico referente tropical y el cobijo de un nombre como el de Yazbek.

Al hablar de los cantantes se debe aclarar que algunos de ellos son extranjeros y que han logrado reducir su acento hasta lo más mínimo posible, sus voces son bellas y educadas, pero… sus interpretaciones no alcanzan a transmitir ese sentimiento tan propio del filin cubano. No es falta de empeño ni de dominio del lenguaje, es solo que la limpidez de la voz del artista de Broadway está a años luz de aquella propia del arrabal habanero. Mejor librados salen los cantantes hispanos quienes con todo propósito imprimen mucha más candela a sus participaciones.

Buena Vista Social Club se mantiene en cartelera hasta el 28 de enero en el Linda Gross Theater de Manhattan. Para boletos y horarios consulte la página web: atlantictheater.org

 

 

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