La duda es capaz de generar tal desasosiego en el alma que un sinfín de atrocidades se han cometido debido a su calcinante presencia. Y esta es la premisa que John Patrick Shanley plantea en su exitosa obra Doubt: A Parable, cuyo reciente montaje en Broadway lleva como protagonistas a Liev Schreiber y Amy Ryan.
Por su parte, la dramaturga mexicana Sabina Berman, menciona en una de sus novelas un curioso complemento a la intranquilizadora idea de la duda: “mientras tengamos ocupada la mente en alguna de las contadas certezas de las que somos dueños, nos sentimos a salvo”. Es decir que la certeza trae consigo seguridad y la duda, inquietud.
Y en el caso de la obra Doubt, esta dualidad entre duda y certeza se extiende a toda interacción de sus personajes principales: una monja y un sacerdote; que son una mujer y un hombre; y además una es vieja y el otro, joven. Schreiber interpreta al padre Brendan Flynn y Ryan a la madre Aloysius Beauvier. Dos seres diametralmente opuestos cuyos enfrentamientos destruirán todo lo que se encuentra en su entorno.
La obra se ubica en el año 1964 en la parroquia y escuela de San Nicolás, en el Bronx. La madre Aloysius es la directora de la escuela y sospecha que el padre Flynn está abusando del único estudiante negro del colegio. Entre sospechas e intrigas ambas partes jugarán sus cartas en un mutuo combate a fin de aniquilarse. Desde su exposición, Shanley enfila la trama hacia un cisma cuyo desenlace es una escena climática donde ambos religiosos se enfrentan.
La encarnación que hacen Schreiber y Adams de sus personajes es tan convincente que conduce a la audiencia a enunciar constantemente expresiones de asombro e indignación durante la obra. Hay dos personajes más: la hermana James, otra monja, mucho más joven y afable, interpretada por Zoe Kazan; y la madre del menor involucrado en el escándalo, la Sra. Muller, una sutil e inteligente Quincy Tyler Bernstine. Ambas actrices están a la altura de sus protagonistas.
En cuanto a su producción, Doubt tiene una escenografía muy funcional, a cargo de David Rockwell, que se transforma en la dirección escolar, la iglesia e incluso el patio de la escuela. La labor de iluminación por Kenneth Posner y la del diseño de sonido de Mikaal Sulaiman, permiten la evocación de la calma externa de una parroquia-escuela que nadie adivina que está a punto de implosionar. La ambientación es tal que se puede escuchar y hasta sentir el fresco aire otoñal.
Habrá quien considere que la historia de Doubt es predecible y podrían tener razón. Pero la apuesta de la historia no es el destino sino el viaje. No debe importar si alguien es culpable o eximido. El vital mensaje de la obra se entiende al dilucidar por qué ambas partes están en pugna y tras analizar sus justificaciones para tanta beligerancia. Cada fuerza defiende su bastión y mira la guerra desde su trinchera. Y al ver tan irreconciliables posturas, es cuando el público debe diferenciar entre sospecho y hecho.
Doubt es vigente porque la dicotomía entre el bien y el mal es innata al ser humano. Y la iglesia católica ha fundamentado en esta dialéctica su dogma existencial. No es de sorprender que la rivalidad entre monjas y curas perviva y, menos todavía, cuando son hombres y mujeres quienes se disputan el poder.
¿Y por qué su autor considera que Doubt es una parabola? Seguramente porque la historia es una referencia al desenlace al que puede conducir quien rige sus acciones con intolerancia, obstinación e inflexibilidad como la monja Aloysius y el padre Flynn.