No hay plazo que no se cumpla y, tras un larga demora, finalmente se inauguró el Museo de Broadway, ubicado a tan solo unos pasos del cruce de caminos (y destinos) más famoso de los Estados Unidos: Times Square.
Con el respaldo financiero de instituciones privadas y varias entidades teatrales, este recinto abrió sus puertas con miras a convertirse en una de las atracciones más relevantes de la ciudad.
El Museo de Broadway cuenta con tres pisos organizados cronológicamente que mantienen una alternancia informativa entre la dramaturgia formal y los musicales. El peculiar recorrido inicia en la parte superior del edificio y conforme el visitante va descendiendo, se avanza en la historia de los grandes espectáculos, desde sus inicios hasta la actualidad. De tal forma, que al salir del museo, todo visitante puede enfilar sus pasos a los auditorios del distrito teatral.
Un aspecto a destacar es la detallada investigación realizada para nutrir los paneles informativos del museo. De acuerdo con Ben West, el historiador residente cuya labor investigadora le tomó alrededor de 7 años: “Creo que el museo es una importante contribución a Nueva York, la industria teatral y también para el país; pues a través de su historia, Broadway ha reflejado lo que somos como personas y contribuido a nuestra identidad nacional. Por ello pienso que este museo será una parte integral de la experiencia neoyorquina”.
Al recorrer las salas del recinto se efectúa un nostálgico trayecto por los escenarios de Broadway y están a la vista: fotografías, programas de mano, vestuarios, maquetas y todo tipo de atrezo de los montajes originales. Y con una museografía moderna e interactiva, se observan salones dedicados a grandes musicales como Cabaret, Hello Dolly!, Rent, El rey león, Los productores o Wicked.
Se debe destacar que hay una sección dedicada, por completo, a conocer los elementos que conforman el backstage de un teatro y todo su proceso creativo. Un merecido homenaje que permite aprender y reconocer la labor de los técnicos tras bambalinas.
Desde luego, todo fanático del musical se regocijará al contemplar las salas dedicadas a los grandes compositores como Stephen Sondheim o Andrew Lloyd Webber y a sus respectivas creaciones: Cats, El fantasma de la ópera, West Side Story y Company. Y lo mejor es que todo tiene cabida en el Museo de Broadway: el vestuario de Glenn Close en Sunset Boulevard, la peluca de Patti LuPone en Evita o unas zapatillas de baile de A Chorus Line.
Lo importante es que no se destaca a ninguna estrella, todas tienen la misma valía. Aunque sí se reconoce a un gran artista del teatro en Broadway: Al Hirschfeld, el caricaturista cuyos diseños han adornado la imagen de muchos montajes.
La presencia latina en Broadway está representada por el Hamilton de Lin-Manuel Miranda, las referencias a El beso de la mujer araña con Chita Rivera y una foto del musical de Gloria y Emilio Estefan, On Your Feet!
Para obtener entradas se recomienda hacerlo con anticipación en el sitio web: themuseumofbroadway.com