Si pienso en la mesa familiar y la comida casera, hago un salto atrás hacia la infancia. En segundos lleno mi mente de imágenes y olores que permanecen imborrables. Por ejemplo la albahaca. Cada mañana en la casa de mis abuelos, el fresco aroma de esa hierba -recogida minutos antes de la huerta- marcaba claramente que nuestro almuerzo estaba en proceso. Podía ser para cualquier menú, pero su olor inconfundible despertaba en segundos un voraz apetito.
Ambas abuelas -claramente de sangre italiana- tuvieron en su haber muchas exquisiteces; sin embargo, el lugar de las pastas era inigualable. Recuerdo que una de mis nonnas –muy tarde los sábados- se quedaba sola hasta la medianoche y en la calma de su cocina preparaba su pasta casera. Así al día siguiente teníamos todos nuestros grandes platos para degustar. Especialmente los ravioles, que hacía con espinaca -o acelga, dependiendo de la estación- y que preparaba uno por uno. Sí, leen bien, hacía cuadrito por cuadrito y los rellenaba uno por uno.
Supongo que prefería las horas de la noche, porque ese proceso tan agotador y tedioso no podía ser interrumpido con el antojo de algún curioso nieto. Entonces nos podía hacer grandes cantidades en solo un par de horas. La máquina de pasta se conserva todavía –está casa de mis padres- y una que otra vez se desempolva para mover de nuevo los rodillos y fabricar alguna delicia. Suenan y añoran como nosotros las manos de esas abuelas. Sin duda que la pasta casera tiene un sabor inigualable, además de una textura que no se consigue en ninguna otra. Aunque sea comprada en paquetes caros. Es obvio su sabor único.
En Nueva York hay muchos lugares para comerla fresca y con ese toque “hecho en casa”; sin embargo y para nuestra suerte, hay uno que seguramente muchos conocerán; porque se lleva todos los aplausos al reunir calidad, cantidad y precio -en iguales proporciones-. Hablo de @Pisticci Restaurante. En una pequeña calle llamada Lasalle, al lado de las vías de la línea 1 del metro y casi en la esquina con Claremont av., se encuentra este paraíso de la pasta.
Clásica comida italiana a solamente unos bloques de la universidad de Columbia -lugar obligado, por cierto, de los estudiantes-. Donde la calidez de su interior -ahora solo exterior hasta dentro de poco- y la exquisita comida hacen una perfecta comunión. La pasta está íntegramente hecha en el restaurante, desde fetuccini al funghi -típico hongo italiano-, pasando por pappardelle a la bolognese, rigatoni al vodka, la lasagna del día –vegetariana- o los inigualables maltagliatti ¡Con cordero y burrata! Y si eres carnívoro, hay desde salmón grillado, pasando por chuletón de cerdo a la parrilla o las clásicas albóndigas con polenta.
Las porciones son más que generosas para aquellos que buscan una cena o almuerzo suculento. Y si además quisieran compartir una buena entrada: los portobellos a la plancha son maravillosos, la ensalada del día con quínoa e higos exquisita o la stracciatella caprese -una especie de burrata- no tiene perdida. Lo mismo sucede con los postres, el tradicional tiramisú está en la lista y el mousse de chocolate -hecho con cacao amargo- son realmente espectaculares.
Este restaurante, reconocido por el mismísimo Bill Clinton a través de una carta enmarcada que exhiben al público. Celebra la calidad de la materia prima con la que preparan sus comidas; ya que fueron de los primeros en tener hornos a gas, además aportando un pequeño granito de conciencia sobre la cocina responsable con el medio ambiente.
@Pisticci Restaurante se consolida claramente como un sinónimo de buena calidad más allá del barrio. Con platos que oscilan entre los 14 y 26 dólares, un excelente precio para todo lo que ofrece. Actualmente innovaron -por la situación pandémica- al ampliar la terraza que abarca casi hasta la mitad de la calle y un pequeño jardín al costado. Todo lleno de mesas y plantas para hacer una experiencia inolvidable.
Así que ya saben, cuando estén con ganas de comer la excelente “Cucina della nonna” sin que les duela el bolsillo, este es el sitio y está es más que claro ¡No digan que no les avise!