La mayoría de los días, el artista Adam Dressner se afana en su apartamento del East Side creando intrincados óleos, muchos de los cuales superan los 10.000 dólares.
Otros, arrastra su carro de arte, construido por él mismo, hasta Washington Square Park. En medio del caos, instala un estudio improvisado con una manta, una sombrilla a rayas y un cartel en el que se ofrece, en cinco idiomas, a pintar a los visitantes.
“La actividad no tiene precio”, explica Dressner, de 42 años, a The Post. “Creo que cambiaría por completo la sensación que produce. Cuando la gente pregunta, digo que puede ser cualquier cosa, incluso gratis”.
Con acrílicos de colores sobre un tablero de 9×12, Dressner, con su característica gorra azul, pinta al sujeto mientras le hace preguntas sobre sí mismo.
Una vez entregado el producto acabado, la gente suele ofrecer un donativo a su discreción. Dressner no quiso dar cifras monetarias, pero señaló sus rangos de rendimiento. “Puedes hacerlo bastante bien”, afirma.
Pero una transacción en efectivo no viene al caso.
Dressner, un abogado convertido en artista, comenzó inicialmente sus sesiones al aire libre en 2018 para perfeccionar sus habilidades de dibujo al natural.
“Algunas personas pagan dinero para ir a una clase de dibujo de la vida, donde contratan a un modelo”, dijo el nativo de Nueva York. “O puedo salir al parque y la gente viene a mí. Y a menudo me pagan algo por ello y me dicen cuánto les gusta. Se trata de la conexión”.
Estas interacciones fortuitas han forjado amistades y han dado lugar a encargos.
El año pasado, llamó la atención de “Chinatown Phil”, un popular creador de Instagram conocido por destacar a singulares habitantes de la Gran Manzana, que grabó un vídeo del impresionante proceso de Dressner.
Y mientras los entusiastas de la marihuana llenaban el centro de Greenwich Village el 20 de abril con motivo del “Día 420”, Dressner conoció al diseñador de joyas Greg Yuna, entre cuyos clientes se encuentran Pete Davidson, Drake y Rihanna.
“Es increíble”, dijo Yuna a The Post. “Estuve viéndole pintar a tres o cuatro personas, quizá 30 minutos cada una. Le pedí que pintara a mi amigo David Rosa”.
Yuna quedó tan impresionado que más tarde visitó el estudio de Dressner.
“No sé mucho de arte, pero sé que debe hacerte sentir algo. Todo lo que pintaba me hablaba”, dice Yuna, que encargó un óleo de 40×30 pulgadas de su amigo que cuelga en un lugar destacado de su despacho. Ahora, ambos están tramando una futura colaboración.
Hace poco, Kyle Martino encargó a Dressner que creara obras de arte para su bar clandestino de fútbol, entre las que destaca una representación de Diego Maradona. A finales de este mes, participará en una subasta benéfica organizada por su alma mater, el Friends Seminary (una escuela cuáquera diurna K-12 de East Village), en la prestigiosa galería David Zwirner. Su obra, por la que se espera que se paguen miles de dólares, estará junto a la de artistas de la talla de Alex Katz y Stanley Whitney.
No está mal para un tipo que aprendió su oficio con un libro de “Pintura al óleo para tontos”.
Leer el artículo completo en The New York Post